Fechas importantes de san Juan Pablo II

San Juan Pablo II, el Papa viajero, dejó una huella imborrable en la historia de la Iglesia católica y del mundo entero. Para comprender la magnitud de su pontificado y de su persona, debemos conocer las fechas más importantes en la vida de san Juan Pablo II, aquellos momentos clave que marcaron su camino desde su Polonia natal hasta la Santa Sede. El 16 de octubre conmemoramos el aniversario del inicio de su pontificado allá por el año 1978.

Acompáñanos en este recorrido cronológico por la vida de este gran santo que inspiró la creación de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, donde se forman cada año más de un millar de seminaristas, sacerdotes diocesanos y religiosos y religiosas de todo el mundo, que luego volverán a sus países de origen para formar a otros.

Karol Wojtyła como sacerdote en Niegowić, Polonia, 1948. Fechas más importantes de san Juan Pablo II.
Karol Wojtyła como sacerdote en Niegowić, Polonia, 1948.

Primeros años y el sacerdocio

La vida de Karol Wojtyła, nombre de pila de san Juan Pablo II, estuvo marcada desde el principio por los grandes acontecimientos del siglo XX y por una durísima infancia. Su juventud se forjó entre la ocupación nazi y la posterior dominación soviética de Polonia, experiencias que moldearon profundamente su carácter y su fe.

Para profundizar en estos primeros años, te recomendamos este vídeo que resume su vida:

Juan Pablo II, un pontificado que cambió vidas

La elección de un cardenal no italiano sorprendió al mundo y marcó el inicio de uno de los pontificados más largos y significativos de la historia, duró 26 años, 5 meses y 18 días. Las fechas más importantes del pontificado de san Juan Pablo II son numerosas y de gran calado, destacamos algunas:

Juan Pablo II durante su visita al Parlamento de Polonia, 1999.

Viajes apostólicos

En sus casi 27 años de pontificado Juan Pablo II hizo un total de 240 viajes por los cinco continentes: 104, fuera de Italia; y 146, efectuados en Italia. Si lo traducimos a kilómetros: 1.247.613 kilómetros, o 3,24 veces la distancia de la Tierra a la Luna. La circunferencia de la Tierra es de unos 40.075 km, esta distancia equivale a 31,13 vueltas al planeta.

En este vídeo te dejamos algunos de sus momentos y gestos más significativos:

Los últimos años de un santo

Los últimos años de su vida estuvieron marcados por la enfermedad del parkinson, que sobrellevó con una entereza que conmovió al mundo. A pesar de sus limitaciones físicas, continuó su misión hasta el final.

Encíclicas de gran contenido teológico

Aquí te dejamos un listado de las encíclicas que san Juan Pablo II publicó durante su pontificado, 14 en total. En él viene su nombre en latín, el tema principal y el año de publicación:

Título (Latín)TemaAño de publicación
1. Redemptor HominisJesucristo, Redentor del hombre. La centralidad del hombre en el misterio de la Redención.4 de marzo de 1979
2. Dives in MisericordiaLa Divina Misericordia de Dios Padre.30 de noviembre de 1980
3. Laborem ExercensEl trabajo humano y la cuestión social (90 aniversario de Rerum Novarum).14 de septiembre de 1981
4. Slavorum ApostoliEn conmemoración de los Santos Cirilo y Metodio, Apóstoles de los Eslavos.2 de junio de 1985
5. Dominum et VivificantemEl Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y del mundo.18 de mayo de 1986
6. Redemptoris MaterLa Bienaventurada Virgen María en la vida de la Iglesia.25 de marzo de 1987
7. Sollicitudo Rei SocialisLa preocupación social de la Iglesia (20º aniversario de Populorum Progressio).30 de diciembre 1987
8. Redemptoris MissioLa permanente validez del mandato misionero.7 de diciembre de 1990
9. Centesimus AnnusLa cuestión social, a cien años de Rerum Novarum.1 de mayo de 1991
10. Veritatis SplendorFundamentos de la enseñanza moral de la Iglesia.6 de agosto de 1993
11. Evangelium VitaeEl valor y el carácter inviolable de la vida humana.25 de marzo de 1995
12. Ut Unum SintSobre el compromiso ecuménico.25 de mayo de 1995
13. Fides et RatioSobre la relación entre la fe y la razón.14 de septiembre de 1998
14. Ecclesia de Eucharistia vivitLa Eucaristía en su relación con la Iglesia.17 de abril de 2003

Conocer las fechas más importantes de san Juan Pablo II nos sumerge en la vida de una figura esencial para entender el siglo XX; un hombre que vivió y llevó el Evangelio a todos los rincones del planeta con un mensaje de esperanza, de amor y de defensa de la dignidad humana.


El don de llorar

Los hombres suelen tener vergüenza de llorar y derramar lágrimas; y es una pena que todavía se mantenga en pie ese tabú ancestral que considera el llanto apropiado solamente para las mujeres.

Quizá en una zona subconsciente del alma varonil, pesa todavía demasiado la enumeración que hizo Cervantes del buen llorar del hombre: «Por tres cosas es lícito que llore el varón prudente: la una, por haber pecado; la segunda, por alcanzar perdón del pecado; la tercera, por estar celoso: las lágrimas no dicen bien en un rostro grave». 

En mi opinión, don Miguel se quedó muy corto en esta relación de motivos del llanto, quizá porque no llegó a entrever que el llorar es uno de los desahogos más sublimes que nos ha concedido nuestro Creador. Sabe muy bien que el hombre necesita descargar su espíritu al menos tanto como lo necesita la mujer.

don de llorar ernesto juliá

Todos lloramos, unos más que otros, es cierto, pero todos: jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, enfermos y sanos, conservadores, retrógrados, progresistas, etc. Quién no llora en la muerte de la madre, derrama lágrimas de alegría en el nacimiento de un hijo; quien hace frente sin inmutarse al ataque del enemigo, se deshace en llanto de desesperanza y frustración ante la traición del amigo.

Y ¡quién no ha llorado plácidamente al volver a besar a su madre, ya anciana, al cabo de los años? Quizá en esos momentos ha saboreado las lágrimas como un don de la ternura de Dios hacia los seres humanos. 

Las lágrimas abren puertas

Quizá no haya un gesto más entrañablemente humano y divino como las lágrimas, que el mismo Jesucristo, Dios y verdadero, vivió en la muerte de su amigo Lázaro. Los Apóstoles también derramaron lágrima, y me atrevo a decir que no ha habido santo que no hayan llorado.

Las lágrimas abren las puertas de esas cárceles angostas en las que cualquier ser humano se siente de vez en cuando aprisionado. ¿Qué otro recurso queda ante la muerte de una criatura inocente; al sufrir una injusticia que no estamos en grado de reparar; ante la rebelión de un hijo; al padecer ante una enfermedad completamente imprevista; ante la locura repentina de un ser amado?

La vergüenza de llorar

Quizá muchas personas sientan vergüenza de que otras las vean llorar, como si un rostro lloroso fuera una humillante manifestación de debilidad, un signo de inmadurez, o de incapacidad para sobreponerse a determinados acontecimientos de la vida.

No me parece muy feliz el comentario de Jacinto Benavente a propósito de las diversas circunstancias en las que llora un hombre y una mujer: «Los hombres, comenta, lloramos casi siempre solos; las mujeres no lloran sino cuando tienen a su lado una persona amiga que puede enjugar su llanto». Y no es feliz, sencillamente porque todo ser humano que llora desea se consolado, aunque quizá pocos son conscientes de que quien únicamente les puede consolar allá en el fondo de su alma, es Dios: era lo que pensaban los hombres y las mujeres, a los que, a lo largo de mi vida, he encontrado llorando en solitario en un rincón de una iglesia.

Sonreír después del llanto

«Una vida en la que no cae una lágrima es como uno de esos desiertos en los que no cae una gota de agua; sólo engendra serpientes». El comentario de Castelar, aun con su buena dosis de romanticismo, no deja de ser acertado. 

Sólo quien sabe llorar, no odia, no guarda rencor, no alimenta deseos de venganza, y consigue dar rienda suelta a la alegría de su espíritu con una serena sonrisa.

El sonreír después del llanto es como el arco iris, un símbolo de paz, de serenidad. Y, por el contrario, el no saber, o no querer llorar tiene ya un atisbo de maldición, una condena a ser cruel, y a no perdonar nunca. Es una de las desgracias que puede ocurrir en la vida de un hombre, de una mujer.


Ernesto Juliáernesto.julia@gmail.com

Publicado originalmente en Religión Confidencial.

Los 108 milagros eucarísticos de san Carlo Acutis

Con su acción y su conducta, el ya declarado santo, representa un modelo de joven que sabe seguir con valentía y firmeza el camino señalado por el Señor, a pesar de las dificultades sin dejar de llevar una vida junto a Jesús

El proyecto de vida de san Carlo Acutis, considerado el santo milenial, fue vivir con Jesús, para Jesús y en unión con Jesús. Su vida no era para dedicarla a cosas vanas, sino para entregársela a Dios, poniendo todos sus proyectos en sus manos.

La vida de este joven santo italiano, deja como fruto una obra sobre los milagros eucarísticos para todos los cristianos con la que consigue llevar, a través de internet, a Jesús al mundo entero. Realizó, casi sin quererlo, así una contribución a la obra evangelizadora de la Iglesia en torno a la Sagrada Eucaristía y la presencia real de Jesús en ella.

San Carlo Acutis es un auténtico testigo de que el Evangelio puede ser vivido íntegramente por un joven adolescente. Su breve existencia, destinada a la meta del encuentro con Jesús, es un ejemplo para la juventud cristiana.

milagros eucarísticos carlo acutis
Mapa con los 163 paneles creado por san Carlos Acutis.

La exposición sobre los milagros eucarísticos de san Carlo Acutis

Carlo Acutis es conocido como patrono de Internet, porque fue capaz de usar las nuevas técnicas de comunicación para transmitir el Evangelio y para comunicar valores cristianos.

Además, realizó una investigación, recopilación y diseño que dio como resultado la creación de 163 paneles donde se muestran fotografías y descripciones históricas de los milagros eucarísticos principales ocurridos en diferentes siglos y en el mundo.

De este modo surgió la exposición sobre milagros eucarísticos de san Carlo Acutis que ya ha recorrido muchos países del mundo, y ha visitado más de 500 parroquias en Italia y más de diez mil parroquias en otros países con traducciones en diferentes idiomas.

Con una gran variedad de fotografías y descripciones históricas, la exposición los milagros eucarísticos principales que ocurrieron a lo largo de los siglos en diferentes países y que han sido reconocidos por la Iglesia católica. Por medio de los paneles el santo milenial consigue que visitemos virtualmente los lugares donde ocurrieron dichos milagros.

San Carlo Acutis tiene un mensaje para los jóvenes de hoy: la vida en Cristo es bella y hay que vivirla en plenitud. Las realidades eternas son auténticas y estamos inmersos en ellas más de lo que creemos.

«Todos nacen originales, pero muchos mueren como fotocopias». Para no morir como una fotocopia, Carlo Acutis bebe de la fuente de los sacramentos, que son para él, el medio más poderoso para crecer en virtudes cristianas. 

El joven san Carlo Acutis en una foto al aire libre con un paisaje de montañas al fondo, vistiendo un polo rojo y una mochila.
Carlo Acutis (1991-2006), el "ciberapóstol de la Eucaristía", cuya próxima canonización lo convertirá en San Carlo Acutis.

¿Qué son los milagros eucarísticos?

Los milagros eucarísticos son intervenciones prodigiosas de Dios que tienen como fin confirmar la fe en la presencia real del cuerpo y la sangre del Señor en la Eucaristía.

Durante la liturgia de la Eucaristía, el momento más importante de la Misa católica, es la Consagración del pan y del vino que se transformarán, mediante las palabras del sacerdote, en el cuerpo y en la sangre de Cristo.

Esta maravillosa transformación, en la parte de la Misa más importante, toma el nombre de transustanciación, es decir, el cambio de una sustancia por otra, no puede ser experimentada en absoluto por los sentidos, sólo la fe nos asegura esta maravillosa transformación. Cambia la sustancia sin cambiar los accidentes.

Los milagros eucarísticos buscan confirmar esta fe que se funda en las palabras de Jesús, lo que parece pan no es pan y lo que parece vino no es vino.

En los milagros eucarísticos se dejan ver, efectivamente, la carne y la sangre, o una sin la otra dependiendo del milagro.

El fin de estos prodigios es demostrar que no debemos buscar la apariencia externa (pan y vino), sino la sustancia, la verdadera realidad de las cosas, que es la carne y la sangre de Jesucristo Dios Nuestro Señor.

Fotografía del adolescente san Carlo Acutis sonriendo a la cámara en un entorno histórico, con un puente de piedra y un río al fondo, durante un viaje.
San Carlo Acutis en una imagen que refleja su sencillez y la alegría de un joven de nuestro tiempo.

Breve biografía de san Carlo Acutis

Este joven santo muere en octubre de 2006, con tan solo 15 años a causa de una leucemia mieloide aguda, dejando en la memoria de quienes conocen su vida una profunda admiración por su testimonio de vida cristiana.

Desde muy pequeño, Carlo mostró una gran atracción por la Eucaristía, era un chico normal. Realizaba diferentes obras de apostolado.

Tocaba el saxofón, jugaba al futbol y se divertía con los videojuegos. Pero todo lo hacía con una armonía absolutamente especial, gracias a su gran amistad con Jesús.

Era un gran conocedor del mundo de la informática. Sus conocimientos abarcaban desde la programación de ordenadores hasta el montaje de películas, la creación de sitios web, periódicos digitales, y lo utiliza en favor de su apostolado.

Su devoción crece a diario gracias a la Comunión; participaba con fervor en la Santa Misa, rezaba ante el Santísimo Sacramento.

El amor de Carlo por la Eucaristía y la Virgen María fueron los pilares de su vida. La Virgen María era su confidente y nunca dejaba de venerarla rezando el Santo Rosario y dedicándole sus sacrificios en forma de renuncias.

Así vivió Carlo Acutis, en íntima amistad con Jesús, y en su presencia constante, comprendió que era necesaria una auténtica vida espiritual para una acción misionera eficaz. Cuando le diagnosticaron la leucemia, ofreció sus sufrimientos «por el Señor, el Papa y la Iglesia».

Desde el 6 de abril de 2019, los restos mortales de Carlo descansan en el santuario del Despojo de Asís. El papa Francisco lo nombró beato el 10 de octubre de 2020. Y el 7 de septiembre de 2025 el papa León XIV lo proclamó santo, junto a Pier Giorgio Frassati.

Canonización de san Carlo Acutis

Acutis considerado el santo milenial fue canonizado junto a Pier Giorgio Frassati el 7 de septiembre de 2025 en la plaza de san Pedro por el papa León XIV, acompañado de miles de personas.

Si no pudiste ver su canonización, ahora puedes, a través del siguiente vídeo:


Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia

En la historia de la Iglesia Católica, pocas figuras del siglo XX han tenido un impacto tan profundo y universal como santa Faustina Kowalska. Esta religiosa polaca, Apóstol de la Divina Misericordia, canonizada en el año 2000

Su mensaje lo recibió directamente de Jesucristo a través de una serie de revelaciones místicas. Su confesor le obligó a dejar por escrito todas las revelaciones en lo que se conoce como el Diario de la Divina Misericordia.

Los primeros años

Helena Kowalska nació en 1905 en la aldea de Głogowiec, en Polonia, en una familia campesina, pobre y piadosa. Desde muy joven, sintió una fuerte inclinación hacia la vida espiritual. A los siete años, ya percibía en su alma la llamada a la vida consagrada.

Sus padres se opusieron inicialmente debido a la precaria situación económica de la familia. Durante su adolescencia, trabajó como sirvienta para ayudar a su familia y ahorrar para su dote, un requisito común en aquella época para ingresar en un convento.

A pesar de las dificultades, la llamada de Dios era insistente. A los 18 años, ante la negativa de sus padres, decidió entregarse a las veleidades de la vida para acallar la llamada de la Gracia. Precisamente con su hermana Josefina, cuando todos disfrutaban y lo pasaban bien, ella no era capaz, sufría y sentía gran tristeza.

Este episodio resultó decisivo para su vocación. Tuvo una visión de Jesús sufriente que le preguntaba: «Helena, hija mía, ¿hasta cuándo me harás sufrir, hasta cuándo Me engañarás?». Este momento marcó un punto de no retorno.

Abandonó todo y, siguiendo ese impulso divino, se dirigió a Varsovia para buscar un convento que la aceptara. Tras ser rechazada en varias congregaciones, finalmente fue admitida en la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia en 1925, donde adoptó el nombre de Sor María Faustina del Santísimo Sacramento.

Imagen de Jesús de la Divina Misericordia de Santa Faustina Kowalsk

La misión de Secretaria de la Divina Misericordia

En 1928 hizo sus votos como monja y vivió muy pocos años como tal, ya que falleció el 5 de octubre de 1938, a los 33 años, de los cuales 13 fueron vividos en el convento. La vida de Santa Faustina Kowalska como religiosa fue aparentemente ordinaria y sencilla. Desempeñó con humildad y diligencia las tareas más sencillas: cocinera, jardinera, portera, pues fue advertida de que ingresaría allí como una hermana lega y que, por su bajo nivel de escolaridad, quizás no alcanzase en la orden niveles más altos.

Sin embargo, en el secreto de su celda y de su corazón, se desarrollaba una vida mística de una profundidad inaudita. Jesús se le aparecía y le confiaba una misión: ser la apóstol y secretaria de Su Divina Misericordia.

El núcleo de su misión se encuentra en su Diario, que su confesor se obligó a escribir con la sencillez de una persona que apenas recibió formación académica por su extrema pobreza. El manuscrito de más de 600 páginas registró meticulosamente las palabras de Jesús, sus visiones y sus experiencias espirituales.

En estas revelaciones, Cristo le pidió que pintara una imagen de Él tal como se le aparecía, con dos rayos emanando de su corazón, uno rojo y otro pálido, simbolizando la sangre y el agua derramadas en la Cruz. Bajo la imagen, debía figurar la inscripción: «Jesús, en Ti confío». Jesús le dijo que quería que la imagen de la Divina Misericordia fuera «solemnemente bendecida el primer domingo después de Pascua; aquel domingo será la fiesta de la misericordia».

Esta imagen, conocida hoy como la Divina Misericordia, es uno de los iconos cristianos más reconocidos del mundo. Jesús también le enseñó a sor Faustina la Coronilla de la Divina Misericordia, una oración para implorar misericordia para el mundo entero, y le pidió que se estableciera el primer domingo después de Pascua como la Fiesta de la Misericordia.

Esta devoción no era un simple añadido a la piedad popular, sino un recordatorio urgente para un mundo sumido en el conflicto y la desesperación de que el atributo más grande de Dios es Su misericordia infinita.

Una vida humilde

La vida de servicio humilde de santa Faustina Kowalska no se limitó a su misión profética. Su espiritualidad estaba profundamente arraigada en el sacrificio y la ofrenda de sí misma por la salvación de las almas. Ofreció sus sufrimientos, tanto físicos –padeció tuberculosis durante años– como espirituales, en unión con la Pasión de Cristo. Comprendió que el servicio a los demás y el amor al prójimo eran la manifestación más auténtica de la devoción a la Misericordia Divina.

Su obediencia a sus superiores y a su director espiritual, el beato Miguel Sopoćko, fue ejemplar. A pesar de las dudas, incomprensiones y dificultades que encontró, incluso dentro de su propia congregación, perseveró con una confianza inquebrantable en la voluntad de Dios. Precisamente, su confesor, Sopoćko, fue quien le indicó que debía redactar un Diario con todas las revelaciones que Jesús le iba haciendo.

Su vida refleja cómo Dios elige a los humildes para llevar a cabo sus obras más grandes, demostrando que la santidad no reside en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer las cosas ordinarias con un amor extraordinario.

Faustina contó a Sopoćko sobre la imagen de la Divina Misericordia, y en enero de 1934, él le presentó al artista Eugenio Kazimierowski, también profesor en la misma universidad, donde su confesor daba clases de Teología pastoral.

La Divina Misericordia

El Diario de santa Faustina Kowalska ha sido traducido a decenas de idiomas y ha guiado a innumerables personas hacia una relación más profunda con Dios. La devoción a la Divina Misericordia, impulsada decisivamente por san Juan Pablo II –quien la llamó el gran apóstol de la Misericordia en nuestros tiempos–, se ha extendido por toda la Iglesia. Hoy, su mensaje resuena en un mundo herido por la división y el pecado, la Misericordia de Dios es el único refugio y la única esperanza.

El 18 de abril de 1993, día de la fiesta de la Divina Misericordia (segundo domingo de Pascua), Juan Pablo II declaró beata a sor Faustina frente a una multitud de devotos de la Divina Misericordia en la plaza de San Pedro, en Roma.​

María Faustina Kowalska fue canonizada el 30 de abril de 2000, segundo domingo de Pascua, día al que la Iglesia católica denomina también Domingo de la Divina Misericordia. El Santo Padre presidió la ceremonia de canonización ante una gran multitud de devotos.

La vida de esta humilde religiosa polaca nos enseña que una vida de servicio, vivida en la fe y la confianza, puede transformar el mundo. Santa Faustina nos recuerda que, sin importar cuán grandes sean nuestras debilidades o nuestros pecados, el corazón amoroso de Dios siempre está abierto para acogernos con su infinita misericordia.


4 de octubre, san Francisco de Asís

El 4 de octubre, la Iglesia universal se fija en la figura de san Francisco de Asís. Conocido como el Francesco d'Assisi, apodado il poverello d'Assisi (el pobre de Asís), su vida es una invitación a redescubrir la alegría en la sencillez y el amor incondicional a Cristo a través de la pobreza. Destaca por su amor a los demás, su desprendimiento y su ansia de reformar la Iglesia. Nunca olvidaría las palabras oídas en sueños en Spoleto: «¿por qué te empeñas en buscar al siervo en lugar del Señor?».

Su existencia tomó una nueva dirección, guiada por el constante deseo de saber a qué podía llamarlo el Señor. La oración y la contemplación en el silencio de las tierras de Umbria, le condujeron a abrazar como hermanos a los leprosos y vagabundos por los cuales siempre había sentido disgusto y repulsión.

Giovanni Pietro Bernardone

Nacido como Giovanni di Pietro Bernardone siempre tuvo en su corazón el deseo de cumplir grandes empresas; esto fue lo que a la edad de veinte años le impulsó a partir, primero a la guerra entre Asís y Perugia y después a las cruzadas. Hijo del rico mercader de telas Pietro di Bernardone, y de Pica, dama de la nobleza provenzal, había nacido en 1182 y crecido entre las comodidades de la familia y de la vida mundana. Al regreso de la dura experiencia bélica, enfermo y agitado, resulta irreconocible para todos. Algo había marcado profundamente su ánimo, algo distinto a la experiencia del conflicto.

El joven Francisco vivía una vida de opulencia, soñando con la gloria de ser un caballero. Sin embargo, Dios tenía otros planes. Tras experiencias como prisionero de guerra y una grave enfermedad, su alma inquieta comenzó a buscar un propósito más elevado. El punto de inflexión llegó en la ermita de San Damián, cuando, rezando ante un crucifijo , escuchó una voz que le decía: «Francisco, ve y repara mi Iglesia que, como ves, está en ruinas». Esta llamada marcaría el resto de su existencia y su vocación de servicio a la Iglesia.

El abrazo a la pobreza

San Francisco entendió aquella llamada de una forma literal al principio, dedicándose a reparar físicamente ermitas. No obstante, pronto comprendió que el Señor le pedía algo mucho más profundo: una renovación espiritual de la Iglesia a través del ejemplo. Para ello, se despojó de todo. En un acto público y dramático, renunció a la herencia de su padre, se despojó de sus lujosas ropas y se consagró a Dios, abrazando lo que él llamaba su señora Pobreza, delante del obispo Guido.

Esta no era una pobreza miserable o triste, sino una elección libre. Para san Francisco de Asís, la pobreza era el camino más directo para imitar a Cristo, que «siendo rico, se hizo pobre por nosotros» (2 Co 8,9). Al no poseer nada, Francisco se hizo completamente dependiente de la Providencia de Dios, encontrando una alegría inmensa en lo poco que tenía.

Esta actitud es modelo para la vida cristiana y, de forma particular, para la vocación sacerdotal, que exige un corazón desprendido para poder servir a Dios y a las almas sin atadura alguna. La formación de los sacerdotes sigue bebiendo de este espíritu de desapego.

Con los más desfavorecidos

Su amor por la pobreza de Jesús le llevó a encontrarse con Él en los más desfavorecidos. El famoso episodio del abrazo al leproso simboliza su conversión total: donde antes sentía repulsa, ahora veía el rostro sufriente de Cristo. Este amor a los pobres y a los marginados es una dimensión del servicio a la Iglesia que todo bautizado, y especialmente el sacerdote, está llamado a vivir.

San Francisco de Asís abraza con compasión a un hombre con lepra, superando su propia repulsión.
San Francisco abrazando a un leproso, hacia 1787. Óleo sobre lienzo, 217 x 274 cm. de Zacarías Joaquín González Velázquez y Tolosa ©Museo Nacional del Prado.

Reconstructor de la Iglesia

La misión de reparar la Iglesia se materializó finalmente en la fundación de la Orden de los Frailes Menores (Franciscanos), una fraternidad que vivía el Evangelio sine glossa, es decir, sin interpretaciones que suavizaran su radicalidad.

Más adelante, junto a santa Clara, inspiró también la rama femenina de las Clarisas. El ejemplo de Francisco y sus hermanos fue un revulsivo espiritual en una época en que la Iglesia sufría envuelta en lujos y luchas de poder.

Demostraron que la verdadera reforma no viene de la crítica destructiva, sino de la santidad personal y la obediencia. Un sacerdote, como nos enseña la tradición, puede transformar una parroquia entera. El camino hacia esa santidad es una lucha constante que laicos y consagrados deben seguir.

Amor a la Creación

San Francisco de Asís también es recordado por su profundo amor a la Creación. En su famoso Cántico de las Criaturas, alaba a Dios a través del "hermano sol", la "hermana luna" y la "hermana nuestra madre tierra".

No era un ecologista en el sentido moderno, sino un místico que veía en cada criatura la huella del Creador. Todo le hablaba de Dios, desde un pájaro hasta el lobo.

Esta visión teológica de la naturaleza, que inspiró la encíclica Laudato Si' del Papa Francisco, nos invita a cuidar el mundo como un don recibido de Dios.

Ejemplo para los sacerdotes

La vida de san Francisco de Asís culminó con el don de los estigmas, las señales de la Pasión de Cristo impresas en su propio cuerpo, durante dos años, un signo visible de su completa identificación con su Señor.

Su legado, nos enseña que la verdadera alegría no está en tener, sino en ser. Nos recuerda la importancia de la humildad y la obediencia a la Iglesia, incluso cuando anhelamos su reforma.

Para cada sacerdote, san Francisco es un espejo: una llamada a vivir una pobreza real y de espíritu, a predicar el Evangelio con la vida más que con las palabras y a amar a cada alma como un don de Dios. Como enseñaba san Josemaría Escrivá en su libro Amar a la Iglesia, el amor a la Iglesia pasa por el servicio humilde y la entrega total.

Abrazar la Cruz

La tarde del 3 de octubre de 1226, cuando la hermana muerte lo viene a visitar, sale al encuentro de Jesús con alegría. Murió el 4 de octubre, recostado sobre la tierra desnuda, fiel a su amada pobreza hasta el final.

Pidamos a san Francisco de Asís que interceda por nosotros para que, como él, sepamos despojarnos de todo lo que nos aparta de Dios y abracemos con alegría la cruz de cada día, reconstruyendo la Iglesia desde el único lugar posible: nuestro propio corazón.


Octubre, mes del rosario

Durante el mes de octubre ponemos un especial cariño en el rezo del Santo Rosario. El 7 de octubre celebramos a Nuestra Señora del Rosario. Esta arma poderosa, como la denominaba san Josemaría, regala muchos frutos de conversión y de paz. «El Santo Rosario es arma poderosa. Empléala con confianza y te maravillarás del resultado» (Camino, 558).

La contemplación de los misterios de la vida de Jesús, a través de las cuatro partes del Rosario, nos acerca a Nuestro Señor y, a través de la intercesión de Nuestra Madre, a todos los que nos necesitan. Incluye siempre en tus peticiones a los seminaristas, sacerdotes diocesanos y religiosos para que sean muy santos.

Este mes, la Iglesia nos invita a tomar las cuentas Rosario y a contemplar los misterios de nuestra fe con la mejor de las guías: nuestra Madre.

Orígenes del Rosario

El rezo del santo Rosario ha tardado mucho en formarse tal y como ahora lo conocemos. No fue ideado en un momento concreto, sino que es fruto de una larga evolución. Todo comenzó, probablemente, en el siglo X. En el año 910 san Benito fundó la Orden Cluniacense. Ésta le dio una gran importancia a la oración coral comunitaria. Quería que sus abadías fuesen un anticipo de la Jerusalén celestial, en la que los santos y los ángeles están continuamente cantando alabanzas a Dios e intercediendo por todos los seres humanos (cf. Ap 5,9; 14,3; 15,3).

Se estima que el origen del Rosario se remonta al nacimiento del Avemaría en el siglo IX, como oración para honrar a María, la Madre de Dios, y que el Rosario tuvo su origen en la orden de san Benito y se expandió por acción de los dominicos.

La devoción del Santo Rosario tiene raíces profundas en la historia de la Iglesia. La fiesta de Nuestra Señora del Rosario, celebrada cada 7 de octubre, fue instituida por el Papa San Pío V para conmemorar la victoria de la flota cristiana en la Batalla de Lepanto en 1571. Una victoria atribuida directamente a la intercesión de la Virgen María, invocada a través del rezo masivo del Rosario en toda la cristiandad.

Tanto en Lourdes, como en Fátima y en otras muchas apariciones de Nuestra Madre. La Virgen María ha instado siempre a rezar el Rosario de forma ininterrumpida: por la conversión de los pecadores, para que termine el mal en el mundo, etc.

Pero más allá de su contexto histórico, el Rosario es una escuela de oración. No se trata de una simple repetición de Avemarías, sino de un camino de contemplación. Al rezar el Rosario, recorremos junto a María los momentos más significativos de la vida de Jesús: los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. Como diría san Josemaría, el Rosario es «la oración de los sencillos y de los sabios».

Es un diálogo constante, un "ir y venir" de afectos entre un hijo y su madre, donde le contamos nuestras alegrías, tristezas y anhelos, mientras ella nos lleva de la mano hacia Jesús.

Guía para rezar el Rosario

Si no sabes cómo hacerlo, puedes seguir estos pasos para rezar el Rosario a Nuestra Madre la Virgen María.

El Rosario puede comenzar con el rezo de la estación al Santísimo Sacramento finalizada con la Comunión Espiritual.

A partir de ahí, nos persignamos (distinto que hacer la señal de la cruz –santiguarse– porque son tres cruces en la frente, la boca y el pecho).

Posteriormente se anuncia el primero de los cinco misterios que se contemplan ese día. Los lunes y sábados se contemplan los misterios gozosos; los martes y viernes, los dolorosos; los jueves, los luminosos; y los miércoles y domingos, los gloriosos. 

Cada misterio se compone de un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria. Después de cada misterio, repetimos: «María, Madre de Gracia, Madre de mi­se­ri­cordia, defiéndenos de nuestros enemigos y ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».

Al terminar los cinco misterios los cinco misterios de día, se reza:

Tras las tres Avemarías, incoamos las oraciones de alabanza de las letanías lauretanas. Tras ellas, se reza una de las oraciones más antiguas a Nuestra Madre: «Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios: no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita». Y se finaliza el Rosario pidiendo por:

A muchas personas les gusta terminar con la Salve a la Virgen. Según las tradiciones de distintos lugares, a esta estructura para rezar el Rosario se añaden algunas jaculatorias y oraciones que expresan la variedad de la piedad popular.

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San Josemaría, un enamorado del Rosario

Para entender de esta devoción, hay ejemplos elocuentes como el de san Josemaría Escrivá de Balaguer. Su amor a la Virgen era el motor de su vida espiritual y el Rosario, parte fundamental de su conversación diaria con Ella. No lo veía como una obligación piadosa, sino como una necesidad del corazón.

En su libro Santo Rosario, que no es un tratado teológico sino una colección de contemplaciones vividas escritas de corrido, san Josemaría nos invita a "meternos" en cada escena del Evangelio. Al rezar el Rosario, no seamos meros espectadores; somos un personaje más: el niño que sonríe a Jesús en el pesebre, el discípulo que acompaña a Cristo en su dolor, el amigo que se alegra con su Resurrección.

San Josemaría reza el rosario con gran devoción

San Josemaría llamaba al rosario "arma poderosa". Con ella, aseguraba, se ganan las batallas del alma y de conversión de las almas. Esta arma no es de violencia, sino de amor y de confianza. Es el arma de la perseverancia, de la paz interior y de la fortaleza para afrontar las dificultades de la vida cotidiana, santificando el trabajo y los deberes ordinarios. Esta visión convierte el acto de rezar el rosario en una herramienta para el servicio a la Iglesia desde nuestra propia vocación.

Hacer de octubre, mes del Rosario, una costumbre permanente en nuestra vida es más sencillo de lo que parece. San Josemaría nos enseña que no se necesitan circunstancias extraordinarias. Se puede rezar en el coche, caminando por la calle, en un momento de descanso en el trabajo o, el mejor de los modos, en familia. La familia que reza unida, permanece unida, y el Rosario es el lazo que une los corazones de padres e hijos al Corazón Inmaculado de Nuestra Madre María.

Este profundo amor a la Virgen debe ser muy especial en la vida de los sacerdotes. Un sacerdote es, ante todo, un alter Christus, otro Cristo. ¿Y quién mejor que María para formar el corazón de un sacerdote a imagen del de su Hijo? Ella lo formó en su seno, lo educó en Nazaret y lo acompañó hasta la Cruz. Por ello, el rosario es una oración esencial para todo seminarista y presbítero. Fortalece su identidad sacerdotal y lo une a la Madre del Sumo Sacerdote. Apoyar la formación de sacerdotes es asegurar que la Iglesia tenga pastores con un corazón mariano.

La Virgen María es, como la define el Catecismo de la Iglesia Católica, la orante perfecta, figura de la Iglesia. Acudir a ella a través del Rosario es aprender a orar como ella lo hizo: con humildad, fe y una entrega total a la voluntad de Dios.

Octubre, mes del rosario

Un propósito para este mes

Que octubre, mes del Rosario, no sea solo un reclamo en las costumbres de la Iglesia católica, sino que se convierta una realidad vivida. Inspirados por el ejemplo de santos como san Josemaría, tomemos nuestras cuentas del Rosario con ilusión. Hagamos de esta oración una cita de amor diaria con nuestra Madre. Como el Papa Francisco ha recordado en múltiples ocasiones, el Rosario es la oración que acompaña siempre su vida, la oración de su corazón. El Papa León XIV nos ha pedido que recemos el Rosario en este mes de octubre, especialmente por la paz en Gaza y Ucrania y en todo el mundo.

Confíemosle a la Virgen nuestras intenciones, las necesidades del mundo y, de manera especial, pidamos por la santidad y perseverancia de los sacerdotes. Descubriremos que rezar el rosario no solo nos trae paz, sino que nos convierte en apóstoles valientes, capaces de llevar la alegría del Evangelio a todos los rincones del mundo. Porque un auténtico amor a la Virgen siempre desemboca en un amor más grande y comprometido por su Hijo y por la Iglesia. La devoción mariana, como nos enseña la vida de tantos santos, es un pilar en la vida de todo cristiano, un ancla segura que podemos encontrar en el ejemplo de María como modelo para los cristianos.